Hace aproximadamente unos 30 años atrás, la línea 17
de colectivos que une, la ciudad de Wilde (partido de Avellaneda) hasta la mismísima
puerta de la facultad de derecho en Recoleta (CABA), era como viajar en un
cohete de la NASA.
Hoy nos subimos en la terminal, como es de
costumbre, esperamos a que saliera en su horario habitual y, 10 minutos antes
de rodar, sube una tribu de analfabetos retrógrados que parecieran que vinieran
del Mato groso.
La gorda, energúmena, sube con un chango cubierto,
no se veía lo que llevaba, tragando un pedazo de pan que se notaba que era de
ayer porque le costaba morder y sacarle un pedazo y, con ella, suben 5 pibes (entre
4 y 16 años), y una bebé de
aproximadamente de 7 meses en brazos del hombre, de barba desprolija, camisa y
pantalones sucios. Pagó un solo boleto con una SUBE que era evidentemente
gastada por el uso.
Se sentaron todos en los primeros asientos que, son
los reservados para discapacitados, estando el colectivo prácticamente vacío.
La madre mira al frente hacia al chofer y la nena de
16 años le robó un sorbete de plástico a su “hermana” en brazos de su madre
embarazada, y esa persona de 16 años, comienza a soplarle aire a la bebé a
escasos centímetros del rostro que, si el colectivo frenaba de golpe, el
sorbete le arrancaba un ojo a la bebé. Al lado, la nena de 4 años, estaba parada en el piso del colectivo, usando
de mesa el asiento, jugando a las cartas.
En los asientos de en frente, cruzando el pasillo
central del colectivo, 2 chicos, entre 7 y 8 años cada uno; calculo que el
varón tendría 8 años, con el pelo cortado a 5 cero (rapado desde la nuca a la
coronilla) llevando una mochila; se colgaba del pasamanos del colectivo, sus
rodillas no llegaban al asiento, parecía un macaco haciendo piruetas.
El colectivo siguió su curso y, mientras lo hacía, seguía
subiendo gente de otras especies.
En silencio, observamos las escenas ocurridas en el
viaje que terminó en la Av. Independencia; mientras tanto, el hedor se hacía más
profundo; comenzamos con nauseas, nos
tapamos la nariz, hasta el momento de bajar.
Cuando bajamos, llegando a la puerta del subte,
vomité abruptamente la comida del mediodía.
Hicimos el esfuerzo de bajar y cuando llegó el tren,
3 madres con 6 chicos subieron al vagón donde nos sentamos, esos 6 chicos de
unos 10 años cada uno, gritaban tanto que no se escuchaba el ruido de las
ruedas contra los rieles, me tapé los oídos, las 3 madres hablaban como si no
pasara nada, sentadas dos asientos más atrás, parecieran que estaban sordas o
que no les importaba lo que hacían sus hijos en el tren así, llegamos a nuestra
estación, donde nos bajamos.
Cuando entramos a casa, decidí acostarme para
calentarme los pies, aún me sentía mal, luego de estudiar las 3 razas que
comprendí que eran.
La primera raza era la de los salvajes indios que
viajaban a Capital, entendí que bajaban en el centro de la ciudad y toda la
familia iba a trabajar, obvio, a robar o a pedir dinero en la vía pública.
La segunda raza eran personajes que obviamente no se
bañaban hace días y que hablaban otro idioma o dialecto, mezcla de paraguayo, boliviano
y peruano; ésta raza es muy particular, parece que vinieran a aprender
educación y respeto pero, perdieron todo, sólo
absorbieron el resto de lo más bajo que existe de la raza humana, se
toqueteaban en público, se criticaban en voz alta y hasta hubo alguna amenaza
de golpe.
La tercer raza, comenzó a subir cuando nosotros bajábamos
del vehículo, era la que iba desde el centro a la terminal de Recoleta.
Algo que nos llamó la atención es que no hubo padres
ni hermanos mayores que supervisaran o corrigieran actitudes, nunca vi que
nadie cedió su asiento y cada raza estaba en su mundo, a veces, haciéndose los
dormidos.
Ésta anécdota es para asumir que somos 3 o más razas
de seres humanos y la involución de la inteligencia y el respeto por el otro.
La involución es muy notoria en las distintas
escalas de Darwin; acabo de relatar las características de 3 razas comunes en
sus genes, si seguimos observando, podemos encontrar más, conviviendo unas con
las otras, con hábitos y lenguaje rudimentario propio.
Esto no es falta de cultura o de educación, creo que
estamos entrando en los años donde la evolución del homo sapiens sapiens, se
dividirá en subramas de otras clases de seres, no incluyo a la generalidad de
lo cotidiano, quien estudia, quien trabaja, quien progresa, quien crea o
investiga, sino de una división del homo que se fue quedando evolutivamente por
falta de recursos adaptativos y que con los que hoy nos toca compartir el
espacio y nuestro hábitat.
JOSÉ LUIS SENLLE