A CAMILA BELÉN SENLLE ZUBINI

LA LUCECITA

Muchas personas nacemos con una intensa y cálida luz interior.

Cuando una llamita se enciende, no puede apagarse, no debe apagarse; todas las noches duermo con esa llama encendida, “la Lucecita”,  como la llamábamos cuando eras chiquita, esa lucecita que se encendía tocándote la nariz y se apagaba tocándote el ombligo.

Espero que a tus 9 años, no te hallas olvidado que la luz no se te apagará nunca. Lo aprendiste cuando era chiquitita, jugando y revoloteando de la cama al comedor, cuando corríamos juntos por el departamento de 3 ambientes donde naciste, mantenido alquilado y limpio por papá.

Hace ya 3 años que no nos  vemos que, no  escucho tu voz, no sé cómo estás, no sé que pensás, no sé que oís ni escuchás, como vestís, como sonreís, como te llevás con tus hermanos, cómo estás en la escuela, como escribís, ni como mirás a los ojos.

Solo recuerdo esos ojitos tristes, llenos de ternura que hoy, escribiendo éstas pobres letras, me hacen llorar y temblar en el teclado.

Éstas letras salen sin pensar, las escribo con el corazón de papá, el que sigue estando a tu lado, con la lucecita encendida.

Seguiré luchando y callando por los tres; son mis tres hermosos hijos que, vaya uno a saber el por qué, con mi herido corazón no los puedo abrazar.

Hoy, en  tu cumpleaños, lo único que puedo hacer es escribirte, porque tengo el teléfono impedido, porque cuando llamo me dicen que no estás, que estás en danzas o en el colegio y en el peor de los casos, durmiendo.

No todo es lamentable, la lucecita está encendida y con eso me quedo y sobrevivo.

La pequeña lucecita sos vos, feliz cumpleaños, hija.


JOSÉ LUIS SENLLE.