Luego
de 1 año y algo más, regreso al inframundo del trabajo.
Ya
pagué varias monedas a Caronte para cruzar el rio Estigia, costó pero, pagué; me
encuentro ahora en una nueva zona del vasto inframundo.
Una
semana trabajando, sin instrucción de nada, recibo la llamada de los 2 cerberos
que custodian la puerta de Hades.
Esos
cerberos son perros con 3 cabezas y cada una de ellas tiene una boca llena de
saliva contagiosa de rabia, mirada diabólica y obviamente carecen de
sentimientos, lo único que hacen es cuidar las puertas del inframundo para
defender a su amo, Hades.
Abro
las puertas pintadas de blanco, como invitando a entrar con la guardia baja; la
primera impresión es el miedo a los canes que se va rápidamente cuando uno se
da cuenta donde está.
Me
dirijo directamente a Hades, ya que me había llamado y siento detrás los
ladridos de los cerberos, llenándome de baba pegajosa la espalda y nuca; me
volví hacia ellos y saqué mi hermosa espada, es la espada que me prestó Zeus en
aquella conversación que me advirtió lo que iba a suceder.
Las
cabezas de los cerberos volaron por los aires y cayeron como dos bolas de
bowling al piso, rodando hacia los pies de Hades.
Retrocedo
para cerrar la puerta y desde la entrada, miro a los ojos a Hades; un viejo con
aparente buen carácter pero, detrás de sus ojos está la maldad de los propios
del inframundo, se granjeó su palacio durante años en el mismo lugar, haciendo
que otros trabajen por él.
Guardo
mi espada y me acerco a él con escuadra en mano derecha que cae de punta sobre
su escritorio, la misma quedó clavada en madera de acacia, estática y le
pregunto:
-¿Dónde
está Perséfone?...
Quedó
sin palabras.
-Si
me ponéis en ataque a tus canes, quiero hablar con Perséfone.
Hades
trató de sobornarme pero, queda en el intento cuando saco la segunda arma clavada
junto a la escuadra, mi compás de metal.
Sorprendido,
trata de calmar mi ira que, obviamente era actuada, como la rabia de los
cerberos.
-Sino
está Perséfone, te devoro a vos y serás maldito, seguirás viviendo en éste
hermoso basural que has armado.
Hades
calló y contuvo su llanto.
De
inmediato se fue a quejar con Atenea, quien llama a Zeus para que hable
conmigo.
Recibo
la llamada telefónica desde el olimpo, una llamada dulce que me dice:
-Hades
no puede sin sus cerberos, pegará sus cabezas que arrancaste; todo seguirá
igual por los siglos de los siglos, ese es su castigo; así que guarda tus
herramientas en tus columnas y recibe un salario digno de tu maestría, Perseo.
José
Luis Senlle.