sábado, 9 de abril de 2011

NO HAY REMEDIOS MÁGICOS


La guardia está repleta de gente, parece que venimos de una guerra, desanimo, desilusión, nerviosismo, incomprensión, dudas y sobretodo pobreza; nunca he visto a mi gente así, desamparada, violenta e indignada.
Es entonces cuando me pongo del otro lado, me visto con ropa de civil, algunos harapos viejos, ya holgados por mi adelgazamiento y voy a esperar a que me atienda un colega por la guardia.
Esperé una hora, inventando un síntoma, me llamaron… “siguiente”; me paro del asiento y me gana un señor que venía con un corte en la mano, sangrando, de pie y con gesto de dolor, cierran la puerta, media hora más de espera.
Cuando por fin ingreso, ya con dolor de cintura, por los asientos en la sala de espera.
Me encuentro con un médico de unos 50 años, hombros bajos como pidiendo ayuda para escribir mi nombre en el libro de guardia, ojeras hasta la mejilla; me siento en la camilla, sin pedir permiso y cuando estoy por decirle mis síntomas al doctor, oigo detrás de la puerta un terrible golpe, repetitivo e insistente pretendiendo entrar, el médico tira su Bic en el libro de guardia abierto y abre la puerta, con intención de explicar que estaba atendiendo, que había que esperar, pero no hubo caso, se encontró con una paciente, tirada en el piso de la sala de espera, con el pantalón ensangrentado y una cabeza de un chiquito que asomaba por el lienzo.
Me impresionó la señora con facies de coya, pariendo en la sala de espera, se me llenan los ojos de lágrimas, el doctor me miró, y con cara de pedirme disculpas, me dice que lo espere afuera.
Pasada una hora, vuelve a abrir la puerta el doctor y se encuentra conmigo.
- Pasá viejo, discúlpame, que te pasó?
- Me duele la cintura, pero no es importante lo que me pasa a mí, solo quería saber, como estás vos, doctor.
Inmediatamente el doctor se relaja, baja la guardia, tira la Bic en la camilla y respira hondo.
- ¿viste lo que es esto?
- Si, por eso te pregunto.
- Estoy cansado, sin comer, la comida acá es muy mala, te sirven arroz hervido con dos rodajas de huevo duro, un poco de pan con un vaso de agua.
- ¿Y por qué no protestan?
- Flaco, acá no hay tiempo de protestar, no nos saludamos entre nosotros, acá venís, haces tú laburo y te vas a dormir.
Siento que el doctor elevó su guardia, tomó la birome y me pregunta.
- ¿En que puedo ayudarte, tengo mucha gente?
- Mi dolor de cintura, se calma con analgésicos, pero más importante es que tu dolor de alma, no se calma con la pastillita mágica que venimos a buscar.
Me anota en el libro de guardia, abre la puerta como para que me vaya y grita “siguiente”.
Me voy por donde entré; miro la gente agolpada esperando respuestas.
Atravieso la salida del hospital, cruzo la calle y me siento en el cordón de la vereda; me invade una angustia que me sale desde el centro del pecho y con lágrimas en los ojos, me digo, que tontos somos, no vemos lo que nos pasa y pretendemos curar gente.
Unámonos.
José Luis Senlle
www.jsenlle.blogspot.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

no hay remedios magicos....felicitaciones dr.
adios eterno