Para dirigir una operación de bandidaje, la elección
del jefe es fundamental, el mismo tiene que imponerse mediante la fuerza, no
por la fuerza física, sino por la fuerza moral y los malos usos de la fuerza
moral y ética, yo los llamo psicópatas.
Con éstas dinastías, las tribus se sienten más
fuertes y la necesidad de defender el botín mal habido, el psicópata reclama un
comando permanente; los primeros en comprender esto, son los brujos y
hechiceros que creen que la sabiduría les vino de un poder divino o diferente
al que cualquiera conoce.
Luego de preparar a la opinión pública, se preparan
para el propósito de administrar lo robado y se ponen a realizar intrigas
dentro de la tribu para administrar la delincuencia.
Estudiado esto la tribu victoriosa se beneficia de
un gobierno estable, legitimo y regular.
El psicópata subido a rey o mandatario, al
principio, mantendrá contento a su tribu y se instruye en el arte sacerdotal que
prepara al rey para gobernar eternamente.
Cuando se acaba su mandato, se hace reelegir, en lo
posible indefinidamente, sino lo hace mediante alguien de confianza y; éste lo
toma obedeciendo las reglas que el mayor impone. Se llama Obediencia.
El que llega al poder mediante la obediencia se le impone
un perfeccionamiento intelectual que puede durar meses o años (típico ejemplo
Nicolás Maduro en Venezuela); ese perfeccionamiento lo estima dios mediante un
ave, pájaro o lo que sea.
El arte de gobernar es prácticamente imposible
aplicarlo en las democracias actuales, porque como se está enseñado y
aprehendido ya es inocuo a los iluminados que verdaderamente han aprendido éste
arte sacerdotal; el arte sacerdotal es el real arte, los que aprendieron los
reyes en la antigüedad y lleva toda la vida.
Es tiempo de restituir las antiguas tradiciones y no
es preciso que las antiguas escuelas del arte disimulen que tienen la misión de
preparar a sus adeptos, porque la verdadera realeza se encuentra en el soberano
que es el pueblo.
El verdadero soberano es el que tiene conciencia de
su dignidad y no puede ni debe reclamar favores humillándose por la cosa pública
(Res-publica), el soberano (el pueblo), debe saber que la República es de su
propiedad, no debe soportar abusos y velará por no hacerse cómplice de los
daños que provoque el que manda (maestro en el arte real, que evidentemente no
lo es).
Para ejercer la soberanía de un pueblo, el mandante
debe ser republicano y empático; cosa difícil en ésta época porque los que se
prepararon para ello, se prepararon mal; ya con una mente que parte del error,
llegan por simpatía y la obsecuencia.
El que llega, compra voluntades, no las convence y
los cortesanos, obedecen por obsecuentes, no teniendo en cuenta que ellos
mismos son presos del quehacer del superior.
Si en su moralidad no se elevan por encima de los
esclavos, también serán esclavos y lo que es peor, esclavos de la ignorancia
que les enseñó el jefe de la tribu y todas las proclamaciones no cambiaran en
nada el destino y, tendrán que soportar el yugo del que los dejó subir al
estrado republicano.
No podemos dormirnos sobre los laureles de nuestros
padres que independizaron el reino para hacerlo República, ellos nos dieron un
regalo que todavía no supimos aprovechar.
No seremos libres sino sabemos sacrificar continuamente
las mezquinas ambiciones al bien general.
Un viejo adagio en la política (arte real) que reza:
“no se suprime sino lo que se reemplaza”.
La verdadera maestría, lo aprendido, libera de todos
los engaños, pero no se adquiere sino al precio de esfuerzos sostenidos,
dirigidos contra todas nuestras debilidades intelectuales y morales.
Es mi obligación escribir estas letras, porque
aspiro a la verdad, al bien de mis semejantes, a la supresión de los males. Los
sabios han hecho escuela de los principios básicos de las enseñanzas griegas de
antiguos tiempos, instruyendo a sus discípulos con una vida austera y no
temieron atacar públicamente los abusos reales del día, clásico ejemplo es el
de Diógenes que respondió con sus recursos naturales a Alejandro y éste quedó
boquiabierta cuando le contestó que el rey era Diógenes porque se conocía a sí
mismo.
Aquellos que vieron la luz y no se quedan a luchar
para mejorar la democracia que ordena el cerebro con el corazón, les digo:
Cobardes por no enfrentarse a la escalera del autoconocimiento, es un progreso
individual que cada ser humano perteneciente a un pueblo, está obligado a
realizar. A sabiendas que el pueblo no debe estar condenado a un infantilismo
eterno, se deben dejar las conspiraciones de lado para crecer individualmente.
Una lucha se traba casi fatalmente entre los
constructores del porvenir y los conservadores sin coraje de un pasado del que
son beneficiarios, mi intención no es hacer la guerra, soy paciente y seguro de
lo que hago y digo, estoy orgulloso de las enseñanzas que me han brindado mis
maestros; pero estoy viendo con espanto que el sacerdote ignorante sube
escaleras de a cinco escalones, no pudiendo físicamente y siendo ayudados por
otros sacerdotes más ignorantes para no perder poder.
El renunciar a lo predicho es un simple acto de
cobardía, es no terminar de coser la botamanga de los propios pantalones.
Manejo mi ironía para no lastimar a nadie, ni siquiera
a los mediocres con cucardas que caminan a pasos agigantados para conseguir
algo que no saben ni nunca sabrán manejar, su propia mente y su corazón.
Los filósofos, matemáticos, médicos, etc. podemos
permitir reírnos abiertamente, no tenemos prohibido las ironías y ejercer su
verbo a expensas de un pontífice infalible cuya soberanía espiritual se
equivoca por un prehistórico jefe hechicero.
No me importa, en absoluto, ser cuidadoso de no
trastocar nada demasiado bruscamente porque ya está trastocado, solo hace falta
decirlo y me animo a propagar mis verdades incendiarias ya que han sido
falsificadas las reglas del aprendizaje y la educación.
Mientras no sea la hora de hablar, se callan como
marmotas, acumulando nociones reconocidas como verdades verídicas.
El ojo que sabe reconocer a un mezquino, está
obligado a descubrirlo y decirlo; si no lo hace se convierte en un cómplice de
la estupidez y la maldad.
Soy realista porque veo las cosas, optimista bien
informado por investigación propia, un autodidacta que copia perfectamente a su
maestro Valentín “Domingo” Faustino Sarmiento, él me enseñó lo que sé.
Y por último cito una frase del padre de la patria,
“Serás lo que debas ser, sino no serás nada.” José De San Martín.
JOSÉ LUIS SENLLE
Al Maestro Sarmiento, perdón… No aprendimos nada.