
Hice mi secundaria en pleno proceso de desorganización nacional, Videla en el poder de un desgobierno como el actual; demostrando que los gobiernos argentinos no han cambiado nada, somos manejados por gobiernos incultos, en contraste con el pueblo argentino que si cambió, cambió educación científica por procesos tecnológicos, sin darse cuenta que esos procesos tecnológicos tienen base científica que los retroalimentan.
En mi secundaria la pase mal, no era un buen alumno, según mis maestros, no dedicaba suficiente tiempo al estudio de ciertas formas científicas que me servirían en el futuro.
El despotismo y la soberbia reinaban en aquella época y ahora comprendo con claridad el por qué fui mal alumno, era mi propia lucha, contra esos calificativos.
El manejo apático de los profesores me han enseñado que debemos ponernos en el lugar del alumno, vivir lo que él vive, en su casa, en sus encierros, en su música, en su estomago y en su mente. He comprendido que una netbook no sirve de nada, si el alumno no tiene para comer, o si tiene una familia disgregada.
Los problemas que me han traído los profesores en aquella época por no tener empatía con los alumnos fueron enormes. Vivíamos en una burbuja con respecto a la información que nos daban, ocultaban algunas y deformaban otras, con la connivencia de las escuelas católicas de aquellos años.
Los aprendizajes de las cadenas montañosas de los Estados Unidos debían estudiarse de memoria, sino la nota era uno, como la mayor parte de mis notas; recuerdo la cara de la profesora de geografía alegrándose por el uno impuesto; siguiendo el rastro de tamaño personaje, hoy es directora de aquella escuela secundaria; no me pidas el nombre, porque no tengo memoria para los personajes que han pasado por mi vida, sin dejar rastros ni saberes.
Hoy los maestros están obligados a tener empatía con un alumno, esfuerzo triple para un maestro, porque lucha por si, por el alumno y por la familia del alumno; pero una empatía obligada es contraproducente para el que tiene la vocación de enseñar con magros sueldos estatales.
Ahora me pongo en el lugar de aquellos maestros que tuve y digo que los de hoy son más capaces por su triple lucha, por el stress que desencadena un mal gobierno que disgrega familias, no hay premios ni castigos y por ende se pierde el respeto hacia el docente.
Hace varios años que tengo en mente planes para mejorar la educación en nuestro país, uno de ellos es profesionalizar a los maestros de escuelas, para que su sabiduría y respeto a ellos sea plena.
Con netbooks y dadivas alimentamos el mal concepto de los alumnos hacia sus mayores, de que sirve tener una maquina si no se saben las reglas de ortografía, de que sirve sino leemos libros de cuentos con nuestros hijos o no nos actualizamos.
Vayan pensando, maestros, que el soberano necesita educarse; no sean sumisos, mirémonos a los ojos y preguntémonos que estamos haciendo por nuestros hijos.
José Luis Senlle
www.jsenlle.blogspot.com