
No escribo desde el enojo, ni desde la frustración, si desde el cansancio y la tristeza pero también desde la compasión y desde el orgullo de un ser sensible.
He notado desde ya hace algunos años la violencia con la cual vivimos, crecer cotidianamente, sumergidos en el mar de la ignorancia, ya que nadie es capaz de pacificar nuestra República Argentina.
Vivimos como animales en un chiquero, revolcados en el lodo de la idiotez; pretendiendo tener razón desde cualquier punto que se mire, en nuestro país no existe la racionalidad de vivir en comunidad y la intolerancia se ha llevado las razones para otro lado y es seguro que muy lejos, no es acá, ni a ésta época.
Cualquiera se cree con derechos a testificar por algo que no vio y aún si no participo. Los ignorantes les pegan a los doctores y los doctores se ríen de ellos mismos en lugar de ayudarlos a los a que, por lo menos hablen en lugar de pegar.
Los indigentes mandan y los cultos obedecen en una sociedad que está destruida por el pavor a los imberbes.
Los indigentes están muertos y los incultos con saco y corbata, manejando un país que ya no tiene gente para gobernar, han destruido la civilización de nuestros abuelos para imponer la barbarie del griterío, de la intolerancia y de los golpes. Matones: las buenas costumbres, siguen siendo las mismas que de antaño.
Los inútiles y perversos se creen que imponiendo van a ganar respeto y consideración siendo amigo del juez o, del secretario general del sindicato de turno.
La estúpida violencia ya forma parte de las oficinas, de las calles y de la comisaria. Parecemos chiquilines necesitando de un padre que nos rete cuando no hacemos un trabajo como corresponde.
Se han perdido los valores democráticos pagando más impuestos para alimentar a una sociedad caída por inmoral.
La inmoralidad se apoderó de la justicia, es por eso que es injusta. La inmoralidad se apoderó de las calles en forma de hordas que lo único que hacen es intimar a los buenos. La inmoralidad es insana para los jefes y obreros. La inmoralidad no invierte ni sirve, está para servirse. La inmoralidad hizo de un país grande uno mediocre. La inmoralidad es el negocio para un estúpido gobernante quien saca rédito de un pueblo destruido por la incultura y la ignorancia.
Los inmorales han tomado el poder y contaminan una sociedad que es buena si no la molestan.
Discepolo y Eladia… tenían razón.
La República Argentina está dada vuelta, el norte mirando al sur, el sur al norte y los idiotas caminan con las manos, porque ya se roba hasta con los pies.
José Luis Senlle
www.jsenlle.blogspot.com