domingo, 13 de noviembre de 2011
DESDE EL INTERIOR.
El conocerse a sí mismo, es el trabajo de toda una vida, para comenzar a realizar esa ardua y larga tarea, es necesario estar despojado de todo dogmatismo y verdades ajenas. Es el “Yo” solo ante las verdades colectivas e impuestas.
En la oscuridad del ser, se abren los ojos en las sombras y se ven como se mueven las verdades.
Es en ésas charlas íntimas con uno mismo, siendo veraz con uno mismo que salen respuestas que jamás nos hubiéramos imaginado, solo siendo franco con uno mismo, la conversación es con uno mismo.
Aparece entonces lo que llamamos reflexión; reflexionar es volver atrás, mirar atrás para cuestionarse algunos conceptos impuestos y sacar los propios a la luz, es un trabajo que cuesta tiempo, los antiguos filósofos llamaban a éste tiempo, no perdido, ocio. El pensar y reflexionar en uno, trabajando en la franqueza de uno mismo es el ocio parresico y el ser parresiastico con uno mismo es utilizar el ocio como trabajo.
El no buscar el tiempo para realizar ocio parresico, que es una virtud; se entra en un vicio, que la iglesia católica lo nombra en cuarto lugar como pereza.
El vicio de la pereza, el cuarto pecado capital, es el producto de la evasión de uno mismo. El esconderse de sí, trae como consecuencia la aceptación de los ancestrales dogmatismos y la credulidad de lo superficial.
El trabajo de vivir en virtud de la verdad, aquel que los superficiales creen perder el tiempo, es uno de los trabajos más arduos y forzosos del hombre, que es tomar el compromiso de amarse a uno mismo para poder amar al otro, genuinamente.
El trabajo del ocio, es ritualístico, se tiene que disponer de días, horarios, estados de soledad y silencios; esos silencios interiores que hacen que el pensante entre en su estado de nirvana; en su cueva, como reflejaba Platón en su mito.
Cuando el ser no dispone de tiempo para conocerse a sí mismo, vive en estado indefensión, vive en la pereza, se niega a la verdad del ocio, niega el ocio, por lo tanto lo que se hace es negó-ocio.
El hacer negocio es negarse a sí mismo para llegar a la perfección, éste niega la existencia del tiempo para acercarse a su alma, sin darse cuenta que dentro de sí, se encuentra la verdad reflexiva, la verdad natural, la verdad de Dios.
Una sociedad que vive en el negocio colectivo, niega verdades que son fundamentales para su vida, vive en la mentira que otros pretenden hacer creer; las verdades mentirosas impuestas por los que mandan son llamadas dogmáticas. Una sociedad que no se conoce a si misma está permanentemente en la búsqueda de la verdad en el exterior de la misma, sin poder reflexionar que es lo bueno para ella.
La educación en el ocio, se realiza desde el seno de la familia, para pasar a la sociedad por intermedio de la escuela, es por eso que un maestro está obligado a conocerse a sí mismo, para poder conocer a sus alumnos y un gobernante está obligado a conocerse parresiasticamente para poder conocer lo que quiere su pueblo.
Si un gobernante vive en la superficialidad, en el fanatismo, en el dogmatismo; hace que su pueblo sea superficial y dogmático.
El sufragio es una prueba para saber si el pueblo se habló a sí mismo, los candidatos quieren saber si el pueblo se conoce a sí mismo mediante un examen de voluntad, son desconocidos que confían en desconocidos para que administre una sociedad que se desconoce.
Las sociedades democráticas se regulan con conocimientos internos en cada ser humano, el ser que carece de conocimiento interior, hace negocio con su vida, si es elegido para un cargo, ya sea como congresal o presidente, hará negocios en el cargo que representa.
Si pretendemos mejorar nuestra sociedad, debemos conocernos. Para trabajar en sociedad, trabajemos desde el interior de cada uno.
José Luis Senlle
www.jsenlle.blogspot.com
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
El osio físico es inadvertido cuando dentro de la mente hay una actividad intensa. Los Dioses de la creatividad perdonan a estos ociosos sociales.
Publicar un comentario