lunes, 28 de noviembre de 2011

EL GOBIERNO DE LOS CÍNICOS


“Hay una clase de hombres despreciables, en su mayor parte serviles y mercenarios que, dedicados desde la infancia a groseros trabajos, no han podido establecer conmigo vínculo alguno; son presa de la esclavitud, están ocupados en ganar su salario y ejercer oficios apropiados a su condición. Consagrados a esas profesiones desde edad temprana, jamás habían escuchado pronunciar mi nombre. Pero llegados a edad viril y al ver a la multitud testimoniar el más profundo respeto a mis íntimos, tolerar su franqueza, buscar amistad, escuchar sus consejos, ceder al más leve de sus reproches, imaginaron que la filosofía dominaba todo con su poder absoluto. El aprendizaje de lo que se necesita para ésta profesión les pareció demasiado prolongada o, mejor, imposible. Por otra parte, sus oficios viles y penosos apenas alcanzaban para su subsistencia, y el yugo de la servidumbre les resultaba pesado, como en efecto lo es. ¿Qué hacen? Toman la decisión de echar el último ancla, fondean en el puerto de la locura, convocan en su ayuda a la insolencia, la ignorancia y la imprudencia, sus aliadas habituales, se abastecen de una nueva provisión de insultos, que mantienen al alcance de sus manos, luego se disfrazan lo mejor posible y adoptan una apariencia semejante a la mía.”
Me pareció oportuno colocar en ésta letra, las palabras de Luciano de Samosata, filosofo nacido en Siria en el 125 de nuestra era. Luciano, odiaba a los falsos, picaros, mentirosos, soberbios, impostores y a toda raza de malvados que en su época eran innumerables.
Lo arriba escrito por Luciano, define perfectamente el cinismo. Un cínico es el que tiene el descaro, la desvergüenza de mentir en defensa de algo reprochable; carente de pudor.
Claudio Flavio Juliano, llamado el apóstata, emperador romano solo dos años, muerto en el 363, propuso desterrar a los cínicos o la muerte por lapidación.
Esto significa que esté de acuerdo o no con los autores citados. Pero cuando se vive en un sistema que le ha puesto el nombre de democracia, la verdadera democracia “gobierno del pueblo” y hablo de “verdadera” de que se trata de todo un pueblo, buscando la verdad en su conjunto.
Cuando el gobierno “del pueblo”, miente, se carece de “verdadera democracia”, por ende, es un gobierno de cínicos.
El pueblo, creyente en teorías pecaminosas del pasado es presa de la democracia cínica; sin poder pensar, elige éste tipo de gobierno que a la larga o a la corta, se arrepiente de haberlo sufragado, llegan a la negación de sus gobernantes, incluso a la demonización de los mismos.
¿Qué le pasa a un pueblo cuando demoniza a un gobernante que voto? Simplemente cree en otro cínico que los pueda llevar de la oreja, como el viejo Heracles, que según Luciano, los llevaba con finas cadenas de oro.
Un pueblo, tantas veces engañado, tantas veces dormido, tantas veces comprado; llega al fin a la frustración de no creer mas en sus gobernantes y entonces piensa que la “política es sucia”, que para llegar a ser político hay que mentir, ser cínico y vestirse con corbata o un lindo vestido negro para conseguir votos.
La política es arte de artes, siempre hablando con la verdad, siempre hablando parresiasticamente, hablando verás, humildemente hablando; la verdadera democracia es mejorar lo que se puede mejorar, con sentido común, creyendo, creciendo, dialogando, parlamentando, cultivando y cultivándose cada uno de los que queremos, pretendemos y anhelamos una verdadera democracia.
Con lo dicho, no me creo adversario de nadie, soy empático de la gente común, porque vengo de allá, de donde la gente puede pensar sin engañarse a sí mismo; es por eso que una verdadera democracia, nace del seno de cada alma y hay tantas verdades como almas habiten éste hermoso suelo.
El gobierno de los cínicos muere todos los días, con cada mentira.

José Luis Senlle
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domingo, 27 de noviembre de 2011

SOMBRAS CHINESCAS


Cuando la cueva está en penumbras y alguien te toma de los pelos y te arrastra a la salida, ese alguien es malo hasta que uno comienza a abrir los ojos, despacio; la luz total, enceguece.
Esas sombras chinescas que vemos parecer personas, que están proyectadas en la pared, no son más que el engaño de algún astuto que quiere que se muestre.
Hay varios artefactos que hacen que no puedas ver la realidad, pareciera que los ponen a propósito; sería como un falso escalón en aquella escalera caracol de la que hablábamos hace algún tiempo atrás.
Es trabajoso mirar en el día, ya no verás sombras como antes, verás las cosas como son, con sus detalles, defectos y virtudes; dudo que aquellas cosas elaboradas por el matemático sean imperfectas; nosotros somos imperfectos, tratando por todos los medios llegar a la perfección. Trabajo duro y eternamente inalcanzable.
La noche es solo un descanso físico, un responso dentro del día, para continuar trabajando en la luz, aprender para luego modificar, estudiar para luego enseñar, dividir para multiplicar.
Aquella pesada carga que llevas sobre los hombros, es solo una pesada carga que cuesta tirarla a la basura, prejuicios que no hacen bien a nadie y menos al que los carga.
Se libre, apóyate en los que te quieren ver bien, aunque sea en el seno de su propia oscuridad. Si ellos pudieron ver tu comportamiento en la cueva y te alientan desde esos oscuros lugares, tienen fe en que cuando regreses con la novedad y tu voz distorsionada te reconocerán y te seguirán.
Vive la vida sin tapujos, sin vanidades; humildemente sin cargas; porque esas cargas que llevas en tus hombros, son simples cargas del pasado, peso que, lo único que hacen es tirarte para atrás y agregan dificultades para subir la escalera.
Se feliz, te estoy esperando.

José Luis Senlle
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sábado, 19 de noviembre de 2011

DOÑA DORA


Dora era una gran economista, trabajó muchos años en el ministerio de economía, como personal estable del ministerio, aconsejando, asesorando a varios ministros de economía de nuestro país, hasta su jubilación. Con treinta años de aporte jubilatorio y cuarenta años trabajando en lo mismo, pudo comprarse un departamento de tres ambientes en la esquina de Corrientes y Palestina.
Ella tenía dos hobbies fundamentales que le daban vida a su departamento, ya que no tenia marido; se dedicaba a pintar en oleo y acrílico y sus cuadros adornaban las paredes de su modesto departamento, el otro pasatiempo era evidentemente leer, la gran biblioteca que desplazaba libros de pared a pared y del techo al piso, con la gran variedad de títulos, novelas, ensayos, cuentos, historias que con solo mirar los lomos de los libros en aquella biblioteca, uno volaba en la imaginación de Dora.
Hablar con ella era como ir a las entrañas de la misma historia universal y con sus setenta y tres años, uno pensaba en “solo se, que no sé nada”. Era huraña, sabionda, de carácter fuerte, terriblemente sola; Juanita venia todos los días a cuidarla, con amor y con mucho esfuerzo.
Doña Dora no podía caminar, ni valerse por sí, ella sabía de su enfermedad y era especialista en ella. Como todo ser humano cuando se le diagnostica una enfermedad incurable, el que la posee, se lee toda la bibliografía que lleve el nombre de la enfermedad.
Me encuentro con ella una tarde de otoño, fresca y nublada; requiriendo de mi ayuda porque le dolían las piernas y su obra social no podía responder a su llamado por causas comunes en nuestro país, la obra social del ministerio de economía, se había presentado a convocatoria de acreedores.
La habitación quedaba chica con el modular biblioteca al frente de la cama, con televisor incluido, había que caminar de costado para atravesar los pies de la cama de una plaza y media, para ponerme a su derecha. Me siento en un cojín, le tomo su mano y mirándonos a los ojos, con una sonrisa en nuestros labios comenzamos una relación que jamás olvidaré en mi vida.
Con un ademán de su mano izquierda, me pide que me acerque, me acaricia la cara y con lagrimas en sus hermosos ojos color miel, me pide que no me vaya; me animé a tocar su cara con mi mejilla, le doy un beso en la frente y al oído le digo… “ya me tenés”.
Trato de defenderme de ésta situación, con un escudo imaginario como muchas veces hacemos los médicos para poder ayudar, pero comprendo que es inútil defenderse de esos hermosos ojos, con mirada punzante que llega al corazón.
- Dime… que hago, Dora.
- ¿Cómo te llamas, Dr.?... sin despegar sus ojos de los míos.
- Perdón, me llamo José Luis.
- Tengo un cáncer que me está comiendo la columna, es por eso que no puedo caminar.
Se destapa sus piernas del acolchado que le cubría y me muestra sus piernas adelgazadas por atrofia muscular.
Juanita trata de meterse en la charla, sosteniendo y quejándose que la tiene que levantar para ponerla en la silla de ruedas o llevarla a la bañera.
Pero ninguno de los dos estábamos dispuestos a escucharla, por lo menos en ése momento.
Doña Dora tenía dos sillas de ruedas, que usaba para salir de su departamento y tomar el sol de la tarde, empujada por su fiel amiga Juanita; cuando las tardes estaban nubladas, Dora se dedicaba a pintar o a leer. Por aquellos años se podía vivir tranquila con la jubilación del ministerio de economía.
Me quedé largo rato, escuchando historias de su vida, amoríos de juventud y el por qué de su soledad y la muerte de su único novio de la adolescencia.
Calmo el dolor óseo y de alma, con aquellas caricias en la piel del paciente que una vez me haya enseñado mi maestro; le entrego en un papel escrito mi número de teléfono con la esperanza de que me llame si vuelve a tener dolor.
Pasaron los meses, vamos conociéndonos, inspirándonos en un amor idílico que Sócrates llamó alguna vez epiméleia, ese amor para el cuidado de los otros que posee Esculapio.
Una tarde de frio viernes, Juanita me llama a casa, le preocupaba que Doña Dora ya no hablaba, con una mirada triste que se dirigía a un dibujo de su acolchado, irrumpo en la habitación, lo más silencioso posible, me siento a su derecha y le pregunto.
- Dorita… ¿cómo estás?
- Sin apartar su mirada del dibujo, me hizo señas con su cabeza en forma afirmativa.
Mientras tomo un pañuelo y le seco la saliva que asomaba entre sus labios y las lágrimas color cristal que brotaban de sus ojos color miel.
- Dorita… ¿Te vas a morir?
- Mueve su cabeza en signo de afirmación.
- ¿hoy?
- No …
- ¿mañana?
- No…
- ¿El domingo?
- Si.
- ¿duele?
- No.
Nos tomamos de la mano, mutuamente, ella me la apretaba como aferrándose a la vida, tomando fuertemente mi mano que tranquilamente podía simbolizar el picaporte de la puerta que separaba la vida terrenal de la celestial. Me quedo hasta que se durmió en paz.
El domingo llego hasta su habitación, Juanita me abre la puesta y Dora seguía en su actitud del pasado viernes.
- Buenos días, Dora.
- Veo mucha luz, estoy esperando.
- ¿Qué esperás, ojos bonitos?
- Me contaron que va a venir el cura a despedirme.
- ¿Cuánto falta?
- Poco… muy poco, Jose.
- Yo estoy acá, con vos.
- Siempre lo estuviste, te dejo los libros que quieras de la biblioteca y mis dos sillas de ruedas.
- Bueno… serán recibidos y disfrutados por otros enfermos.
- Gracias Dr., ¿cuanto te debo?
Nunca me imaginé la última pregunta, tampoco me imagine la respuesta; porque el que debía era yo.
Dora cae en un sueño profundo, aferrada a mi mano por largo tiempo, una eternidad.
Llega el cura, quiero salir de la habitación y Doña Dora no me suelta la mano; el religioso me dispensa y extiende la unción a mi amiga, que media hora después, abre sus ojos color miel, fijando su mirada en mis pupilas y exhala su último aliento, abriendo el picaporte de su ultima puerta.
Algunos libros fueron donados a la biblioteca del barrio y las sillas de ruedas caminan por los pasillos del hospital donde trabajo; anónimamente, Doña Dora contribuyó con la humanidad y con el bien
Recuerdo a Doña Dora como uno de los grandes amores de mi vida terrenal, ella fue la que me enseño, que la muerte es un paso de la vida y lo que queda en la vida es el alma.
- Gracias a vos, Dora.
- De nada, Dr.

José Luis Senlle
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domingo, 13 de noviembre de 2011

DESDE EL INTERIOR.


El conocerse a sí mismo, es el trabajo de toda una vida, para comenzar a realizar esa ardua y larga tarea, es necesario estar despojado de todo dogmatismo y verdades ajenas. Es el “Yo” solo ante las verdades colectivas e impuestas.
En la oscuridad del ser, se abren los ojos en las sombras y se ven como se mueven las verdades.
Es en ésas charlas íntimas con uno mismo, siendo veraz con uno mismo que salen respuestas que jamás nos hubiéramos imaginado, solo siendo franco con uno mismo, la conversación es con uno mismo.
Aparece entonces lo que llamamos reflexión; reflexionar es volver atrás, mirar atrás para cuestionarse algunos conceptos impuestos y sacar los propios a la luz, es un trabajo que cuesta tiempo, los antiguos filósofos llamaban a éste tiempo, no perdido, ocio. El pensar y reflexionar en uno, trabajando en la franqueza de uno mismo es el ocio parresico y el ser parresiastico con uno mismo es utilizar el ocio como trabajo.
El no buscar el tiempo para realizar ocio parresico, que es una virtud; se entra en un vicio, que la iglesia católica lo nombra en cuarto lugar como pereza.
El vicio de la pereza, el cuarto pecado capital, es el producto de la evasión de uno mismo. El esconderse de sí, trae como consecuencia la aceptación de los ancestrales dogmatismos y la credulidad de lo superficial.
El trabajo de vivir en virtud de la verdad, aquel que los superficiales creen perder el tiempo, es uno de los trabajos más arduos y forzosos del hombre, que es tomar el compromiso de amarse a uno mismo para poder amar al otro, genuinamente.
El trabajo del ocio, es ritualístico, se tiene que disponer de días, horarios, estados de soledad y silencios; esos silencios interiores que hacen que el pensante entre en su estado de nirvana; en su cueva, como reflejaba Platón en su mito.
Cuando el ser no dispone de tiempo para conocerse a sí mismo, vive en estado indefensión, vive en la pereza, se niega a la verdad del ocio, niega el ocio, por lo tanto lo que se hace es negó-ocio.
El hacer negocio es negarse a sí mismo para llegar a la perfección, éste niega la existencia del tiempo para acercarse a su alma, sin darse cuenta que dentro de sí, se encuentra la verdad reflexiva, la verdad natural, la verdad de Dios.
Una sociedad que vive en el negocio colectivo, niega verdades que son fundamentales para su vida, vive en la mentira que otros pretenden hacer creer; las verdades mentirosas impuestas por los que mandan son llamadas dogmáticas. Una sociedad que no se conoce a si misma está permanentemente en la búsqueda de la verdad en el exterior de la misma, sin poder reflexionar que es lo bueno para ella.
La educación en el ocio, se realiza desde el seno de la familia, para pasar a la sociedad por intermedio de la escuela, es por eso que un maestro está obligado a conocerse a sí mismo, para poder conocer a sus alumnos y un gobernante está obligado a conocerse parresiasticamente para poder conocer lo que quiere su pueblo.
Si un gobernante vive en la superficialidad, en el fanatismo, en el dogmatismo; hace que su pueblo sea superficial y dogmático.
El sufragio es una prueba para saber si el pueblo se habló a sí mismo, los candidatos quieren saber si el pueblo se conoce a sí mismo mediante un examen de voluntad, son desconocidos que confían en desconocidos para que administre una sociedad que se desconoce.
Las sociedades democráticas se regulan con conocimientos internos en cada ser humano, el ser que carece de conocimiento interior, hace negocio con su vida, si es elegido para un cargo, ya sea como congresal o presidente, hará negocios en el cargo que representa.
Si pretendemos mejorar nuestra sociedad, debemos conocernos. Para trabajar en sociedad, trabajemos desde el interior de cada uno.

José Luis Senlle
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domingo, 6 de noviembre de 2011

SOMOS CONSTRUCTORES


En algún momento de mi vida, alguien, no recuerdo quien, debe haber sido algún maestro; dijo que las verdades no pueden estar escritas sobre una base de mentiras, porque la mentira, lo erróneo, no tiene base de sustentación en el futuro cercano o mediato. Si se parte de un error, ese error fundamental, o mentira elemental, se seguirán cometiendo errores fundamentales.
Ese error mentira fundamental es la base para que una verdad no sea dicha, por ende, se sostiene la verdad sobre errores que, en algún momento caerán.
Cuando unos viven una realidad, otros la miran desde diferentes puntos de vista; es por eso, que no existe una verdad absoluta.
Los actuales gobernantes de nuestra República Argentina, vivieron otra realidad, muy distinta a la nuestra, al pueblo común, leyeron y creyeron otros libros; no digo que aquellos libros fueran mentiras escritas sino que probablemente sean verdades escritas, pero en un viejo tiempo que no sirven de mucho, nada más que como anécdotas, para los tiempos actuales.
Al propagar antiguas teorías, antiguas doctas, hoy, como si fueran verdades absolutas, se está adoctrinando y el que toma antiguas doctrinas como si fueran verdaderas se convierte en fanático, versado en textos de la antigüedad, por ende, vamos a escuchar a personalidades importantes de la actualidad hablando del “Che” Guevara, Adam Smith o de Charles Marx como dueños de la única y absoluta verdad.
Cuando se habla de la Realpolitik, se habla de la corrupción para construir un estado gobernado en un sistema piramidal, donde, el que sigue éste sistema, se declara corrupto, e impone sus ideas.
Cuando una teoría de la antigüedad se impone con términos nuevos y contradictorios; por ejemplo: anarco capitalismo, parece y queda bien éste neologismo, parece importante, en un discurso sin contenido, ante una sociedad capitalista que mira de reojo, si sabe mirar.
La verdad se construye con hechos acordes a las realidades de todos y esa verdad nunca es absoluta, siempre es relativa; los simpatizantes de los diferentes partidos que han creído en esas antiguas doctas, están adoctrinados; por consiguiente, las doctrinas han transformado a las personas en militantes.
Los militantes que creen en una sola verdad, no dudan; si los militantes pensaran en nuevas doctas, no serian militantes, serian constructores de pensamiento. Se necesitan de todos los constructores de pensamientos en una República para que siga siendo República.
Una verdadera democracia se construye día a día, con ética y enseñando moral, en nuestros tiempos no tiene cabida la Realpolitik, los verdaderos constructores de la democracia tenemos las mentes libres para desconfiar de las doctas antiguas, tenemos los ojos y oídos abiertos para nuevas ideas.
Los constructores de la democracia no somos militantes de antiguas ideas, esas ideas las pensamos entre todos para construir bases sobre la verdad de nuestro tiempo, lo leído y estudiado ya está, sirven de base para no continuar cometiendo errores, es ahora, donde se debe construir una gran República sobre la base de nuevos hechos globalizados, tomando conciencia que no somos el granero ni el ombligo del mundo; simplemente somos la nueva Argentina, pensando en nuestros nietos.

José Luis Senlle
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domingo, 30 de octubre de 2011

NOSCE TE IPSUM


Una de las primeras cosas y actitudes que nos enseñan en nuestra infancia es a no mentir, ése pecado que significa el faltar a la verdad, te puede llevar al infierno, nos decían nuestros padres y abuelos; me acuerdo que si decíamos la verdad, nos regalaban un caramelo, o nos dejaban jugar con el juguete más querido.
Nos enseñaron a no falsear la verdad, teníamos miedos de que alguno se entere, que si mentíamos, tenias que confesarlo, el infierno nos esperaba; recibíamos el castigo de la soledad, encerrados en el dormitorio para reflexionar lo que habíamos hecho.
En esos momentos de reflexión, de introyección en uno, era cuando nos conocíamos y aprendíamos a hablar con nosotros mismos y una pequeña voz, que venía de nuestro interior, nos perdonaba; siempre nos perdonaba; nos salvaba de ir al infierno.
Es por aquellos años, donde aprendí a perdonarme y decirme que nada era tan grave, que el exilio de uno mismo, es la muerte. Aprendí a valorar la muerte como parte de la vida y la mentira como parte de la verdad. Aprendí que cada uno tiene su verdad, según como se pare ante el mundo, mirando la vida según su realidad.
La verdad es verdad desde el punto de vista que se la mire a la verdad o a la mentira; y a lo largo de los años uno aprende que cada uno tiene su verdad dependiendo desde su punto de vista. Por ende, cada uno tiene su verdad y cada uno tiene su mentira.
El decirse la verdad, el comprobarse que se procura estar en la verdad, el convencerse que no existen únicas verdades, el ser franco con uno mismo y tener la posibilidad de moverse, de correrse de su verdad para observar y entender la verdad del otro, lo defino como empatia.
Las personas que defienden su verdad con la vida misma, los llamo fanáticos, fanáticos de una verdad que es relativa, porque no existe la verdad absoluta, son solo relatividades de una realidad y el fanático sufre al ver que los otros no pueden ver su realidad absoluta y son capaces de matar para que el otro abra los ojos a su verdad.
Sabiendo que no hay verdades absolutas, las realidades se dirimen en las inútiles luchas entre los fanáticos y los empáticos; siendo éstas luchas desparejas porque un empático nunca mataría por su verdad, pero si el fanático. Mientras el fanático está enceguecido por su verdad, el empático tiene los ojos abiertos para poder hacer ver, la lucha de verdades continua siendo despareja, porque el empático ve y siente lo que el fanático no puede ver, sentir ni pensar.
El empático corre peligro de vida si trata de decir su verdad, decir veraz, parresia. Tenemos el ejemplo de Jesús de Nazaret, o del mismo Sócrates que fue obligado a tomar cicuta, recordemos que Mahatma Gandhi fue asesinado al igual que Martin Luther King por decir verdades a una sociedad fanatizada.
Ellos son claros ejemplos de la empatía asesinada por fanáticos que no podían ver, por sufrir de parresia.

Ellos llegaron a auto conocerse encerrados en ellos mismos para saber y luego divulgar la verdad relativa que tuvieron en su corazón y lo dejaron plasmado en acciones que deberían habernos enseñado que el fanatismo de muchos es la muerte para los empáticos.
Para ser parresiasta se debe ser sincero con uno mismo, desde lo más profundo. “Nosce te ipsum” rezaban las leyendas de los antiguos egipcios, pitagóricos y socráticos. El conócete a ti mismo, en el verdadero saber de la humanidad y cuando uno llega a conocerse a sí mismo, indefectiblemente se abren las puertas para conocer a los otros, saber que pasa y llevar la ardua tarea de hacer que el fanático abra los ojos.

José Luis Senlle
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domingo, 23 de octubre de 2011

MAQUIAVELO... 2011.


La ignorancia y la incultura universal, incentiva solamente sufragio solidario. La solidaridad de los incultos hace que el país se divida y se consuma en la pobreza, consolidando un poder que no existe.
¿Para que un gobierno pretende hegemonía sino sabe qué hacer con la misma, solo dividir?
El populismo no sirve para nada si la desigualdad está instalada, gobierno de ignorantes y mediocres que no piensan en el país sino en los bolsillos de ellos usando a los pobres.
Es evidente que el país empobrecido no piensa por sí mismo, lo hicieron bien, para la destrucción.
Lo que no toma en cuenta éste gobierno populista es que por intermedio de las dadivas, contrató a un ejército de mercenarios cuyas armas no disparan solamente tiros.
Maquiavelo es su capítulo XII de su libro “El Príncipe” dice que “ si un gobierno apoya su estado en tropas mercenarias, no se hallará seguro nunca, por cuanto esas tropas, carentes de unión, ambiciosas, indisciplinadas, infieles, fanfarronas en presencia de los amigos y cobarde frente a los enemigos, no tienen temor ni buena fe con los hombres”. “si un gobernante, con semejantes tropas, no quedara vencido, es únicamente cuando no hay todavía ataque. En tiempo de paz, despojan al gobernante y en la guerra dejan que lo despojen sus enemigos.” “Y la causa de esto es que no haya más amor, ni motivo que las apegue al gobernante, que su escaso sueldo, el cual no basta para que se resuelvan morir por él. Se acomodan a ser soldados suyos, mientras no hacen la guerra. Pero si ésta sobreviene, huyen y quieren retirarse”.
El tratado de política que escribió sin hipocresía Maquiavelo, lo hizo en el año 1513, mientras estaba en cautiverio en San Casciano, fue dedicado a la persona que lo apresó, Lorenzo de Medicis, llamado el magnífico.
El tratado es conciso, pragmático y claro. “Nuestro gobierno” hace política medieval con todos los votantes hoy, política antigua, descripta en el primer tratado de política; ahora… ¿qué hará el gobierno actual cuando se le acabe la financiación?, nadie lo pensó.
Los mercenarios quedarán sin trabajo y buscarán otros medios de subsistencia. Somos pobres, se necesitan ésta clase de gente, para que sobreviva ésta clase de gobierno.

José Luis Senlle
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